La pulpería de tu cuadra sabe mejor qué es lo que necesitás que el gobierno

Avatar Christian Betancourt | June 19, 2017 552 Views 0 Likes 0 Ratings

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La pulpería de la cuadra, ese lugar familiar, cómodo y leal. Ese espacio donde compramos cosas de continua necesidad o artículos que necesitamos con urgencia y que no ameritan el esfuerzo de ir hasta el súper mercado, como queso semiseco, un desodorante, cigarrillos o la clásica Coca Cola de dos litros con los churritos que la acompañan. Ese noble y modesto lugar conoce cuáles son los bienes que necesitamos y deseamos los vecinos de la cuadra y con base en esa información decide sobre cuáles cosas abastecerse y cuáles dejar de pedir. Si el dueño de la pulpería nota que la mayoría de los compradores le piden jabones Palmolive, se asegurará de siempre tener esas barras en inventario y les dará menos importancia a las demás marcas. Si nota que la mayoría de los fumadores de la cuadra le compran Marlboro, le dará prioridad a su relación con los distribuidores de esos cigarrillos y le restará importancia a los demás.

Y es que la información sobre lo que la gente decide, compra, necesita y quiere se encuentra dispersa entre todos los individuos de un país y cambia constantemente, como bien decía Friedrich Hayek. Ya que la pulpería tiene una relación duradera con sus clientes, quienes viven en un espacio cercano a ella, la tienda tiene un conocimiento constante y actualizado sobre las cosas (cambiantes) que la gente decide, compra, necesita y quiere. El gobierno, ese grupo de burócratas sentados en la capital, no tiene ese contacto actualizado y próximo, y es en ese hecho que radica el fracaso de los programas gubernamentales de apoyo y desarrollo, así como sus intentos de planificar la economía; sencillamente la información sobre lo que decide la población se encuentra demasiada dispersa y cambiante. Es imposible predecir cómo cambiarán las preferencias de las personas en un país, hay demasiados aspectos por considerar que además cambian rápidamente. Ningún gobierno, sin importar cuántos expertos contrate, puede predecir eso.

Es por esta razón que los programas de ayuda social de los gobiernos terminan fracasando e incluso generando burbujas financieras. En Estados Unidos, la Reserva Federal (su Banco Central) creyó a principio de los 2000 que la gente quería casas accesibles y redujo artificialmente las tasas para los créditos destinados a comprar viviendas. No pudo prever que los bancos se aprovecharían de ello y, basados en esa distorsión artificial, crearían la burbuja inmobiliaria que llevó a la recesión del 2008. Son aún peores los casos de gobiernos socialistas que creen poder planificar la economía, incluyendo la producción de alimentos. Eventualmente la gente quiere otras cosas, cambia la cantidad de población, etcétera, y terminan con escasez y hambruna.

Ningún gobierno, por tan bueno que sea, puede predecir las tendencias de las personas, del mercado. La información se encuentra dispersa entre todos los individuos de un país y la gente cambia de parecer continua y rápidamente. Es matemáticamente imposible predecir cómo reaccionará la población y yace ahí la condena anunciada de cualquier programa estatal que pretenda adivinar cómo se comportará la población, especialmente los voraces programas de los gobiernos socialistas.

El mercado es más eficiente en cuanto a adaptarse a las necesidades de la gente, a la información dispersa. Blockbuster y Video Stars en Honduras, por ejemplo, cayeron en la quiebra por no adaptarse a esas necesidades del mercado; la gente ya no quería alquilar películas físicamente. Eso permitió el auge de alternativas como Youtube o Netflix. Como decía, más saben sobre nosotros las pulperías de nuestras cuadras que nuestros gobiernos, ellas se adaptan a nosotros ya que conocen de cerca nuestros hábitos, es sentido común.

Por Christian Betancourt Carranza

Christian Betancourt

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