Honduras y sus tíos pendejos

Avatar | April 21, 2014 551 Views 0 Likes 5 On 1 Rating

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Por Calvin Duke
Como un adolescente sin sentido de responsabilidad, parece que los hondureños pensamos tener un tío rico y pendejo al cual recurrir cuando estamos en apuros. Lo llamamos “nuestros amigos de la comunidad internacional”.

Se cae un puente, se quieren regalar 10.000 pesos a medio millón de amiguitos, se compra la energía eléctrica a 35 centavos por kwh al “emprendedor” corrupto de turno y después no se tiene como pagarla… En todos estos casos, en lugar de ponerse a trabajar, o a poner en el bote y cobrar a los políticos rateros, la respuesta atávica del hondureño es: “vamos a ver cómo pueden ayudarnos nuestros amigos de la comunidad internacional”.

Y en verdad funciona, porque de tíos pendejos al parecer esta’ lleno el mundo, y realmente son pendejos. Tomamos por ejemplo un madrileño como caso. Sin realmente haberlo decidido, y en muchos casos sin siquiera saberlo, este pobre diablo contribuye a través de la municipalidad de Madrid, del Estado (o lo que sea) de Castilla, del Reino de España, de la Unión Europea, de las Naciones Unidas y de un entero zoológico de parásitos llamados genéricamente ONGs.

No es que yo este’ en contra de la empatía hacia personas desafortunadas o en contra de la solidaridad, es parte de la naturaleza humana, como nos dicen muchos filósofos desde Aristotele. Pero debería ser voluntaria, no obligada a través de los impuestos. Y hay también que considerar el impacto sobre los que la reciben, sobre todo cuando es entregada de forma indiscriminada. Tal vez existan free lunches, pero a veces dan la indigestión.

Hay al menos cinco razones por las cuales los políticos de los Estados más ricos deberían dejar de saludar con sombrero ajeno (porque el sombrero no es de ellos, es de sus pobre esclavos contribuyentes) y cortar de tajo cualquier ayuda a otros estados o a organizaciones y ciudadanos de otros estados: 1) No es ético, 2) Es en gran parte un desperdicio, 3) No es necesario, 4) Es contraproducente, 5) Es ofensivo. Tal vez existan otras, y si ustedes las tienen, me gustaría conocerlas, por el momento voy a hablar de estas cincos.

 

1) La ayuda internacional no es ética. Como anarquista, yo creo que el Estado nace de la violencia. Sin embargo, aun si uno suscribe a la concepción Hobbesiana del Estado como un contrato social para evitar una vida “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”, esto al máximo justifica un Estado minarquista. Este tipo de Estado tendría el objetivo de proteger los derechos negativos de los ciudadanos (derecho de no ser matado, violado, esclavizado, o privado de los frutos del propio trabajo…) a través de las funciones policial, judicial y de defensa nacional. De ninguna forma este concepto del Estado le da el derecho de robar a Pedro para dar a Pablo. La introducción en la ecuación de derechos positivos (el derecho a la educación, a la salud, a la casa, al trabajo…) es una contradicción lógica, porque’ este segundo grupo de derechos no puede existir sin destruir el anterior y más fundamental grupo de derechos. Frederick Bastiat lo expuso de forma brillante en su obra “La Ley”: “El señor Lamartine una vez me escribió así: “Su programa es solamente la mitad de mi plan. Usted ceso’ con la libertad; yo continuo con la fraternidad [solidaridad, para usar un término más familiar a nosotros]”. Yo le conteste’ “La segunda mitad se su plan destruirá la primera.” En efecto, es imposible para mí separar la palabra fraternidad de la palabra voluntaria. Yo no puedo de ninguna manera comprender como la fraternidad se pueda ejecutar legalmente sin que se destruya la libertad, y por lo tanto que la justicia sea legalmente pisoteada. El saqueo legal tiene dos raíces: una de ella, como he dicho anteriormente, es la codicia humana, la otra es la falsa filantropía.” En mi opinión, recurrir a conceptos Rawlsianos como el equilibrio reflexivo para resolver la contradicción entre derechos negativos y positivos solamente confunde aún más el asunto.

2) La ayuda internacional es en gran parte un desperdicio. Lo es por tres razones: hay un costo de administración, hay corrupción, y no hay incentivos para que lo que se queda del gasto se vaya donde la ayuda serviría más. Las tres razones son en realidad expresión de un único problema, lo que en economía se llama “el costo de agencia”. Como dijo Milton Friedman, “Nadie cuida de su dinero tan bien como el dueño”. Le voy a dar un ejemplo que conozco porque me fue contado por un amigo de confianza, y que creo ilustre el punto hasta el ridículo. Hace años la Cooperación Italiana decidió ayudar el Sanaa pagando un estudio sobre las necesidades futuras del ente. Mi amigo me contó que el estudio era esencialmente inútil, lo que el Sanaa necesitaba eran tuberías nuevas y todos ya lo sabían. El costo del proyecto era altísimo, dado que una parte del personal eran italianos transferidos por el proyecto. Además tenían que venir regularmente desde Italia, los auditores de la consultora y los auditores de la Cooperación a auditar que los auditores de la consultora habían hecho bien su trabajo. Había reglas absurdas; por ejemplo, siendo un estudio pagado por la Cooperación italiana, todos los activos tenían que venir de proveedores italianos, así que los carros eran Fiat enviados desde Italia por contenedor. Dado que los Fiat no eran aptos al estado de las carreteras hondureñas y al tiempo no existía un dealer Fiat en Honduras, después de un par de meses todos los carros estaban arruinados y sin posibilidades de encontrar refacciones. Para ser pagados por la Cooperación, la consultora necesitaba el visto bueno de personal del Sanaa por cada avance de obra; obviamente el personal del Sanaa pedía “regalos” en efectivo a la consultora para firmar (se imaginen: pedir regalos para recibir un regalo…).

Quiero ser claro en esto: no es un problema de buena voluntad o de actividad de auditoria y de policía efectiva, es más bien un problema estructural de la democracia representativa. La corrupción y el desinterés son inherente a cualquier situación donde un representante de un estado usa dinero de otra gente, es simplemente el resultado de los incentivos, nadie puede eliminar la naturaleza humana. Existe en grados diferentes in países “desarrollados” y “no desarrollados”, pero existe en todo lado. La teoría de la Public Choice lo ha demostrado un sinnúmero de veces en los últimos 30 años.

3) La ayuda internacional no es necesaria. El capitalismo de mercado ha liberado de la pobreza miles de millones de personas en los últimos 30 años, especialmente en Asia y América Latina. En 20 años de China después de que Deng Xiaoping tomo’ el poder y abrió’ la primera zona libre en Shenzen se han levantado de la pobreza más personas que en los 150 años después del inicio de la Revolución Industrial, hasta en términos porcentuales, no solo absolutos. Tal vez la única parte del mundo que no ha experimentado este incremento vertiginoso de riqueza distribuida haya sido la parte de África al sur del Sahara, sin embargo hasta allá podemos ver casos de éxito (Botswana, por ejemplo) cuando instituciones económicas inclusivas (o sea, el libre mercado) han sido implementadas. Simplemente se liberen de los Mugabes y de los Mobutus, y dejen trabajar la mano invisible del mercado, esos países necesitan libre comercio, no ayuda.

 

4) La ayuda internacional es contraproducente. La ayuda en general crea una cultura de dependencia, atenuando los incentivos a trabajar y a mejorar a través de la educación. Hay un sinnúmero de ejemplos en el mundo, sin embargo el “Exhibit A” sea tal vez la Guerra a la Pobreza lanzada por el presidente de EEUU Lyndon Johnson en la mitad de los años ’60 (y que Obama parece estar intentando expandir). Destruyo la perspectivas de la comunidad afro-descendiente en los Estados Unidos, creando la actual y desesperada situación de las “inner-cities” y fenómenos abhorrentes como las “welfare-queens”. Si existe un factor predictivo fuerte de las ganancias futuras de una persona, este factor es si esta persona creció en una familia completa o en una familia con un solo progenitor. Desde el lanzamiento del monstruoso welfare-state de Johnson, la porcentaje de niños negros crecidos por madres solteras incremento desde el 20% al 80%. El impacto ha sido más fuerte para los afro-descendientes porque esta comunidad ya era en los ’60 mucho más pobre de las otras, debido a las repelentes razones racistas de ese entonces, sin embargo no es un tema de raza: en las familias pobres blancas la porcentaje creció desde el 20% (en línea con las demás etnias) hasta el 60%, como ha documentado ampliamente Charles Murray. Quizá no llego’ a las porcentajes de la comunidad negra porque la pobreza blanca en EEUU es tradicionalmente más rural que urbana.

 

5) La ayuda internacional es ofensiva para los pobres. En mi vida he conocido centenares de parásitos de ONGs que viven de los pobres de los países menos desarrollados. Los encuentras de varias tintas, desde jóvenes idealistas e ingenuos en USAid,  hasta viejos cínicos corruptos que trabajan para empresas especializadas. Dicho sea de paso, la definición de “non-profit” es en la gran parte de los casos inapropiada: es verdad que no buscan una rentabilidad para los accionistas, sin embargo como cualquier otra compañía “normal” buscan agresivamente incrementar las ventas de servicios, en este caso para poder aumentar los salarios de los empleados.  Diría que se comportan más bien como cooperativas y se note que una cooperativa dedicada al parasitismo no es tan diferente de lo que en derecho penal se llama “asociación para delinquir”. Sin embargo, cualquier sea el tipo de organización para la cual estas personas trabajan, la mayor parte consideran “los pobres” como un grupo casi genéticamente defectuoso, condenado a una vida de pobreza para ellos y sus descendientes. La única esperanza para salir de este círculo vicioso que al parecer los pobres tienen depende en si ellos, los parásitos de las ONGs, logran extraer más dinero de los codiciosos países ricos para ser canalizado a través de su sapiencia paternalista a estos “untermenschen”.

 

En contraste, los empresarios que trabajan en un mercado libre y competitivo tratan a los pobres como individuos racionales capaces de tomar sus propias decisiones, los pobres son clientes, empleados, a veces proveedores. Saben que ellos dependen de los pobres en la misma medida que los pobres dependen de ellos, es una relación de igualdad. Un amigo me contó de su experiencia visitando una maquila en Nogales, México, algunos kilómetros al Sur de la frontera con Arizona, y un obrero con el cual él estaba hablando lo confundió con una persona de una ONG. El obrero empezó inmediatamente a defender “su maquila”, contándole que había crecido en una familia de trabajadores de campo jornaleros, sin acceso a educación, servicios de salud y a veces hasta comida. Sabía muy bien que a solo 10 kilómetros más al Norte, en Nogales, Arizona, gente como él estaba ganando seis veces más que el por un trabajo igual (otra violencia del Estado, a propósito, impedir la libre circulación de la gente). Sin embargo, gracias a su trabajo, había al menos podido comprar una pequeña casa y enviar su hija a la universidad. Estaba orgulloso y grato a su maquila, como el dueño de la maquila debería haber estado con él. Joan Robinson (una economista keynesiana que estimo muy poco) tenía un aforisma: “La única cosa peor que ser explotado por un capitalista es no ser explotado por uno.”


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